El tema de este artículo es un poco complejo, pues hasta ahora no hay un consenso sobre la diferencia entre líder y jefe. Para algunos, es lo mismo; mientras que, para otros, la diferencia central entre esas dos figuras consiste en el modo como cada una de ellas se relaciona con su equipo.
Como sea, vamos a abordar un aspecto fundamental: cómo quienes son jefes y cómo quienes son líderes manejan su autoridad de manera general. El primer, sería aquella persona que, desde afuera, dirige un grupo; por el contrario, quienes son líderes hacen sentir su pertenencia al grupo.
La razón principal para que se considere la existencia de una diferencia entre líder y jefe se remonta a las figuras tan comunes de jefes autoritarios presentes en el imaginario colectivo.
En efecto, no nos resulta difícil encontrar películas que representan a jefes con actitudes excesivamente arbitrarias.
De otro modo, si dirigimos la atención a uno de los libros más difundidos de la humanidad, encontraremos allí algunas directrices que pueden orientar el modo como alguien que tiene un cargo de autoridad debe manejarlo.
Estamos hablando de la Biblia; el libro sagrado para millones de cristianos, y cuya primera parte, conocida como Primer o Antiguo Testamento es la escritura sagrada para el pueblo judío.
¿Qué tiene a decir la Biblia sobre el liderazgo?
Más allá del carácter sagrado para judíos y cristianos, la Biblia es un libro que guarda un gran conocimiento acerca del ser humano y su modo de relacionarse consigo y con los demás. Asimismo, el tema del ejercicio de la autoridad está continuamente presente.
No faltan relatos de autoritarismo; no obstante, nuestro enfoque se dirige hacia dos ejemplos de liderazgo sano; aunque el primer líder que citaremos haya tenido páginas de despotismo en su vida: estamos hablando de Moisés.
En el Antiguo Testamento, vemos algunos ejemplos en el libro del Éxodo, un hermoso libro de la Sagrada Escritura que narra la epopeya de un pueblo errante y marca la vida de este pueblo protegido por su Dios: Yahvé.
Allí vemos a Moisés que hace caso a las recomendaciones de su suegro y nombra jefes para que lo ayuden a liderar el pueblo en su camino hacia la Tierra Prometida:
“Moisés aceptó el consejo de su suegro e hizo lo que le decía. Escogió entre todos los israelitas gente hábil y los puso al frente del pueblo, como jefes de mil, de cien, de cincuenta y de veinte. Ellos administraban justicia al pueblo regularmente: los asuntos complicados se los pasaban a Moisés, los sencillos los resolvían ellos” (Éxodo 18, 24-26).
Vemos ahí la que quizá sea una de las más antiguas diferencias entre líderes y jefes: Moisés se da cuenta de que no podrá liderar solo a todo el pueblo errante en el desierto.
Note, en primer lugar, Moisés reconoce una necesidad; en segundo lugar, escucha la sugerencia de alguien; y, en tercer lugar, decide por la repartición de las responsabilidades.
Además, tiene el cuidado de elegir entre los más hábiles aquellos que tendrán esa función.
Esos cuatro elementos nos ayudan a diferenciar líderes de jefes:
- Estar atento y reconocer la necesidad de cambio.
- Estar dispuesto a escuchar lo que tienen a decir los demás.
- Apertura y desapego para compartir responsabilidades.
- Capacidad de discernir y decidir.
Más adelante, en la Biblia, en un contexto totalmente distinto, nos encontramos con la figura de Jesús de Nazaret. Ese judío de familia marginada pone las bases de un movimiento que postula algunos cambios en la relación de los hombres con la divinidad y de los seres humanos entre sí.
Sin embargo, el tema de este artículo se restringe a las diferencias significativas entre las funciones de líderes y jefes.
En ese sentido, el Jesús histórico – concepto usado en medios académicos para referirse al hombre Jesús que vivió en la Palestina, sin abordar cuestiones relacionadas con la fe, como su divinidad defendida por los cristianos – ha sido un líder capaz de atraer gente a su movimiento no tanto por los discursos atemorizantes – que después harían parte de algunos grupos cristianos – sino por la humanidad con que miraba a la gente.
Jesús de Nazaret no ha dejado nada escrito. No obstante, décadas después de su muerte, algunos de sus seguidores, ya pertenecientes a una segunda generación, empiezan a redactar algunos libros que serían conocidos como Evangelios.
Uno de esos libros es el Evangelio de Mateo, cuya autoría es atribuida a un tal Mateo, que la tradición ha creído ser Leví, un recaudador de impuestos convertido en apóstol de Jesús. Sin embargo, entre los estudiosos de la Biblia, es más aceptada la teoría de que ese texto haya sido escrito por otro autor, perteneciente tal vez a una comunidad fundada por Mateo.
Sea como fuere, el Evangelio de Mateo presenta a Jesús hablando del ejercicio de la autoridad en el interior del grupo de sus seguidores:
“Saben que entre los paganos los gobernantes tienen sometidos a sus súbditos y los poderosos imponen su autoridad.
No será así entre ustedes; más bien, quien entre ustedes quiera llegar a ser grande que se haga servidor de los demás; y quien quiera ser el primero, que se haga sirviente de los demás.
Lo mismo que el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir […]” (Mateo 23, 25-28)
Como puedes percatar, hay un rechazo por la figura del jefe autoritario. Otro elemento que podemos rescatar sobre el liderazgo es que líderes no se consideran en una posición de superioridad, sino que también ayudan y sirven a los demás.
De los textos bíblicos, hacemos ahora un salto hacia la filosofía griega; sin embargo, seguimos hablando de liderazgo.
El líder ideal en la filosofía de Platón
Nuestro espacio no alcanza para retomar muchas citaciones acerca del ideal de liderazgo, puesto que el tema ha sido tratado no solo en la religión, sino también en la filosofía, literatura y en otros géneros.
Sin embargo, una breve presentación haremos sobre lo que el filósofo griego Platón dice sobre el tema.
Platón es uno de los filósofos griegos clásicos, uno de los más importantes al lado de nombres como Sócrates, que lo precedió y de quien Platón fue discípulo y, además, a quiénes conocemos gracias a los escritos de su discípulo; y Aristóteles, discípulo de Platón en un primer momento, pero que luego rompe con algunas premisas de su maestro.
En uno de sus principales libros, La República, el filósofo griego argumenta que quien dirige al pueblo precisa ser alguien educado con razón, describiendo su ideal de “rey filósofo”:
“[…] Aunque con miedo, dijimos antes, obligados por la verdad, que no habrá jamás ninguna ciudad ni gobierno perfectos, ni tampoco ningún hombre que lo sea, hasta que, por alguna necesidad impuesta por el destino, estos pocos filósofos, a los que ahora no llaman malos, pero sí inútiles, tengan que ocuparte, quieran que no, en las cosas de la ciudad y esta tenga que someterse a ellos; o bien hasta que, por obra de alguna inspiración divina, se apodere de los hijos de los que ahora reinan y gobiernan o de los mismos gobernantes un verdadero amor de la verdadera filosofía. (Platón, La República).
Como puedes percatarte, para Platón, la administración perfecta es posible o bien cuando está en manos de un filósofo o bien cuando los líderes se convierten a la filosofía.
Esta, para Platón, es definida como la búsqueda por el mundo de las ideas, que en Platón es una dimensión superior a la que vivimos y vemos, y donde las cosas existen en sus esencias.
En la misma obra, Platón expondrá las características de gobiernos autoritarios, tiránicos y democráticos.
En resumen, lo que sacamos de La República, de Platón, sobre el liderazgo es lo siguiente:
Quien lidera debe ser el primer a dedicarse abnegadamente a la búsqueda del conocimiento.
Conclusión
Hemos tratado de hacer una breve búsqueda de características esenciales de líderes en dos grandes fuentes de sabiduría: la Biblia y la Filosofía griega. Ambas escuelas de conocimiento son innegablemente parte de la herencia cultural de la humanidad y, a la vez, bases sobre las cuales ha sido forjada la civilización occidental.
De la Biblia, nos quedamos, en primer lugar, con el acto de liderazgo de Moisés, de quien aprendimos que quien quiere liderar pone atención a las necesidades que demanden cambios; se dispone a la escucha; delega funciones; discierne y toma decisiones.
Por otro lado, de la citación de Jesús sacamos la importancia de que los líderes sepan ponerse en actitud de servicio hacia su equipo.
Por fin, de la filosofía de Platón rescatamos la necesidad de que quien lidere tenga una continua búsqueda de conocimiento.