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Infelicidad: ¿qué es y cómo nos puede enseñar algo?

Siguiendo nuestra costumbre de reflexionar y suscitar la reflexión sobre temas tocantes a nuestra vida, proponemos en este texto hablar acerca de la infelicidad.

Ciertamente, puede parecer raro que nos dispongamos a hablar de algo así, ¿verdad? Sin embargo, consideramos importante pensar sobre todo aquello que, de cierto modo, afecta nuestra vida, y ¿qué puede tener más a ver con nosotros que nuestros estados de ánimo, sentimientos y emociones?

Para comenzar, consideramos menester pensar y reconocer la felicidad como un estado, y por ende, un modo actual de ser y estar, pero no algo estático, perenne.

En efecto, si no fueran el estado opuesto a la felicidad; es decir, la infelicidad, ¿cómo sabríamos distinguir un momento de felicidad?

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La infelicidad puede enseñarnos a valorar la felicidad

La felicidad es un estado interior en el que, pese a nuestra condición de seres limitados, experimentemos la sensación de plenitud.

En otras palabras, la experiencia de algo que nos lleva a la felicidad suele estar relacionada con el deseo de que ese instante que nos genera felicidad se convierta en algo duradero.

No obstante, sabemos que, por lo general, esos instantes – o incluso fases de la vida – suelen ser pasajeros. Eso se da porque la felicidad está más para un estadio que para un punto de llegada.

Ahora bien, ¿cómo podemos valorar la felicidad? Tratando de percibir en los eventos menos dichosos de la vida oportunidades para reconocer que sentirse bien es algo valioso.

Es decir, las experiencias de infelicidad que podemos tener a lo largo de la vida pueden ejercer sobre nosotros un efecto pedagógico.

Las páginas del libro de la vida marcadas por renglones y párrafos de eventos de adversidad e infortunio pueden tener sobre nosotros un carácter de profundas enseñanzas.

En resumen, la infelicidad es un sentimiento que experimentamos cuando no estamos satisfechos con el entorno en el que vivimos, con las actividades que ejercemos, con las relaciones personales u otros ámbitos de nuestra vida, pero pueden enseñarnos algo.

¿De dónde viene la infelicidad?

Habitualmente puedes tratar la infelicidad como algo negativo e, incluso, esforzarte por ignorarla, como si no fuera real o como si no existieran razones para experimentarla.

No obstante tales intentos de ignorarla, sentirse infeliz es algo que todos podemos experimentar en algún momento de la vida.

Pero, ¿de dónde viene la infelicidad? ¿Cuáles son sus características?

En primer lugar, la infelicidad puede ser efecto de algunos hábitos que tenemos a diario. Por eso, centrémonos ahora en esos hábitos rutinarios que pueden estar en la raíz de la infelicidad. Con eso, podremos trabajar para tener una rutina más equilibrada.

1. Desear demasiado

La idea de que el deseo está en la raíz de la infelicidad ya estaba presente en la filosofía budista, iniciada en el siglo VI a.C., por Siddhartha Gautama, el Buda.

En resumen, Buda apunta para los deseos como causa de los sufrimientos, y, por ende, propone superarlos para que se pueda llegar a la iluminación.

Siempre que la felicidad desaparezca de tu vida, mira más profundo y trata de descubrir si eso no se debe a la ausencia de realización de algún deseo o quizá por algún ideal muy elevado.

Buscamos a todo costo la felicidad, y atribuimos que ella sucederá en el futuro. Pero la paradoja consiste en que al llegar a la realización de algún deseo, luego creamos otros diez. Y esta carrera para satisfacer nuestros deseos acaba por desconectarnos del presente, donde podemos encontrar la felicidad.

Muchos siglos después de Buda, el filósofo alemán Arthur Schopenhauer hará uso de conceptos de la filosofía oriental en su obra para afirmar que «el deseo, por su naturaleza, es dolor: su realización rápidamente trae saciedad; la posesión mata todo encanto. El deseo o la necesidad vuelve a presentarse en una nueva forma: de lo contrario, es la nada, es el vacío, es el aburrimiento lo que llega«.

A pesar de ser reconocido como un tremendo pesimista, hay un elemento en el pensamiento de Schopenhauer que puede enseñarnos algo: a todo momento buscamos saciar nuestra voluntad y realizar nuestros deseos. Pero, si lográsemos hacer todo lo que tenemos ganas, nuestro destino sería inevitablemente el aburrimiento.

2. Reclamar en demasía

Llegamos a un segundo ingrediente que suele hacer parte de la receta de la infelicidad. Prometo no extenderme demasiado para explicarlo, antes de que te aburras y te pongas a reclamar 😅.

En efecto, la segunda respuesta a la pregunta: ¿de dónde viene la infelicidad?, está precisamente en la cantidad de las reclamaciones que hacemos a diario.

La reclamación genera un alivio instantáneo y por eso te sientes más ligero, como si la ira y la incomodidad te hubieran quitado.

Sin embargo, a pesar de sentirte aliviado de inmediato, quejarte demasiado puede causarte más daño que bien a largo plazo. Esto sucede por varias razones:

  • Quienes se quejan demasiado suelen echarle la culpa siempre a los demás, poniéndose como víctimas de las situaciones. El problema en eso consiste en que la persona no se da cuenta de sus propias faltas y, por lo tanto, desperdicia las posibilidades para buscar mejorar y evolucionar.
  • Por brindar un alivio inmediato, las reclamaciones pueden convertirse fácilmente en un hábito. Resaltar las cosas negativas todo el tiempo hace que los problemas parezcan más grandes de lo que realmente son y podemos continuamente vivir en medio de la insatisfacción e infelicidad.
  • Quejarse demasiado aleja a la gente, porque nadie quiere ser criticado o escuchar quejas todo el tiempo.
  • Cuando nos acostumbramos con la negatividad, desarrollamos otros sentimientos dañinos, como el estrés, la frustración o el desánimo.

3. Apegarse al pasado

Al igual que con los elementos anteriores, quedarse apegada en el pasado puede impedir que una persona viva su proceso de maduración humana.

Esto se debe a que pasa demasiado tiempo pensando en todo lo que ya ha sucedido y las acciones que podrían haber sido tomadas. Es decir, hay una preocupación más grande en la pregunta «qué pasaría si …», en lugar de enfrentarse a la realidad y lidiar con ella.

Asimismo, el apego al pasado puede ser causa de las penas y resentimientos. A menudo generamos rencores a partir de situaciones que podrían resolverse con un breve diálogo.

Sin embargo, muchas personas pasan años hundiendo todavía más sus heridas, mientras que una posibilidad sería tratar de resolverlas.

¿Cómo cambiar mis hábitos?

Hemos mencionado que algunos hábitos suelen estar en la raíz de la infelicidad. Pero, ¿cómo emprender un proceso de desarrollo personal que trabaje un cambio en los hábitos que nos hacen daño?

Por supuesto, este cambio no es fácil; si lo fuera, todos seríamos felices. Es fácil acostumbrarse a los malos hábitos y permanecer en la zona de confort.

A veces incluso nos damos cuenta del problema, pero el cambio parece muy lejano y, por miedo o ansiedad, seguimos evitando esa transición.

Una gran parte del cambio de hábitos es comprender que el fracaso, la frustración y la infelicidad son parte del proceso, pero que no pueden hacer que renuncies a tus metas.

En ese sentido, algo fundamental para comenzar es reconocer cuáles comportamientos y hábitos nos hacen daño. Eso implica dedicar tiempo para el autoconocimiento y, además, un fuerte ejercicio de humildad para reconocer lo que somos.

En segundo lugar, el acompañamiento de un profesional de psicología puede significar una ayuda importante para lograr cambiar hábitos dañinos por otros saludables, para aprender qué nos genera infelicidad, saber como trabajarla, pero también reconocer que es importante aprender a convivir con ella en algunos momentos.

 

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Lucas - Equipo Editorial

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